martes, 20 de mayo de 2008

"El docente debe ser investigador"

Silvia Duschatzky invita a los maestros a generar ideas y conceptos propios y experimentar. La investigadora de Flacso sostiene que los chicos se han socializado en la dispersión de estímulos, y a eso los adultos lo llaman "déficit atencional". Sugirió a los maestros buscar interlocutores para investigar juntos, ensayar experiencias y preguntarse por lo que no saben.

Mariela Goy
Fuente: diario El litoral


En su último trabajo sobre la escuela y sus comunidades, la especialista Silvia Duschatzky habla de los "maestros errantes". Una figura que intenta explicar que estar hoy en la escuela -como en el mundo- es estar expuesto a lo imprevisto, a un alumnado con demandas nuevas, a la falta de un Estado garante. En esos contextos, les propone a los docentes "tornarse investigadores", no en el sentido de investigador académico, sino "como alguien que se haga preguntas, que experimente, que genere ideas y conceptos propios".

Duschatzky es licenciada en Ciencias de la Educación, egresada de la Universidad de Buenos Aires y magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín. También es investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y explora desde hace años el territorio escolar y sus protagonistas.

El pasado 7 de mayo dictó una conferencia en el marco del ciclo "Pensar los sentidos de la formación docente hoy", que organiza la Escuela Normal Superior Nº 32 General San Martín. Minutos antes de su exposición ante un masivo público de maestros, profesores y estudiantes de los institutos de formación docente, Duschatzky conversó con El Litoral sobre la escuela, los alumnos y el rol del maestro.

-Se habla de nuevas subjetividades, de nuevas infancias dentro de las escuelas. ¿Puede definir cuáles son?

-Diría que el mundo desreglado en el que vivimos, de incertidumbre plena, de contingencia absoluta, con una aceleración tecnológica infinita, afecta a todos los modos de vida: chicos, jóvenes y adultos. Cualquiera que esté en el mundo verá qué hace con esos cambios: habrá algunos que se encierren más y digan que "todo tiempo pasado fue mejor", lo cual es propio de las generaciones adultas, mientras que los chicos y jóvenes se han socializado y han nacido con todo esto. Ellos tienen nuevos modos de percepción, de conectarse con el mundo, de resolver problemas; poseen una mayor capacidad para operar con una simultaneidad de estímulos, una mayor habilidad para pasar de una situación a otra. A veces a eso se lo define como "síndrome de déficit atencional", cuando en verdad más que un déficit es una capacidad de adaptarse a estímulos simultáneos y variados, que hacen que estén con la atención flotante todo el tiempo.Los códigos de comprensión son diferentes: hay algo de la percepción y del registro sensible de los chicos y jóvenes que funciona mucho más que la razón y la argumentación que son propias de una cultura escolar, de un tiempo más estable, regular. Esos signos nuevos que en los chicos se ven de manera más evidente, los adultos no sabemos leer y, como no sabemos leer, los categorizamos como patologías o déficit, cuando en realidad es un nuevo modo de vivir el tiempo. Somos los adultos deudores de esa lectura.
Exceso de realidad

-¿Tiene el docente herramientas para saber leer esos signos, para cambiar sobre la marcha lo que había preparado para la clase y que quizá ese día no va a funcionar? ¿Está capacitado para eso?

-Capacitado no hay nadie. Justamente como se trata de cambios permanentes, no hay alguien que sepa y que guarde ese saber encerrado en algún lugar o que se pueda capacitar a un docente en un profesorado sobre algo que después, cuando llegue a la escuela, va a ser otra cosa. Lo que no hay -tal vez- son dispositivos que permitan pensar estas formas novedosas y al mismo tiempo desruptivas de estar en el mundo. Pero diría que no hay docentes ni especialistas que sepan sobre esto; en todo caso, lo que hay es mayor o menor disposición para poder pensar la cuestión como un "exceso de la realidad", como algo que se nos cae, como algo que no puede comprenderse en nuestras formas históricas de entender el mundo.

Es necesario ver de qué manera creamos en las instituciones formatos, equipos o espacios para poder pensar, para poder extraer los signos de estos nuevos tiempos, de estos nuevos modos de "estar en el aula", de conectarse con los otros, de relacionarse con el mundo, y que esa adrenalina de los pibes pueda ser tomada y aprovechada, no desviada.

-¿Remite esa apreciación al concepto de "maestro errante" de su último libro?

-Exactamente. Para nosotros la "errancia" es una figura muy elocuente para mostrar un estado de experimentación y de exploración que es la mejor disposición para poder hacer algo con lo que no sabemos.

-Pareciera que la base de ese planteo es que todos los docentes tienen que estar dispuestos a ese desafío. ¿Es parte de su vocación?

-Es que no estoy hablando de vocación sino de disposición, de ganas de pensar algo que no sabemos, de confianza en que lo que nos está pasando tiene también potencias interesantes, pero que esas potencias tienen que ser leídas y tienen que ser aprovechadas en alguna forma de gestión. Yo no hablaría de "vocación", hablaría de "deseo" de estar con un grupo de chicos, y de pensar juntos condiciones de producción, de creatividad y de aprendizaje. Condiciones donde se pueda pensar la tarea con otros: cómo leer esto que no entendemos y que vemos en un pibe en el aula, qué apuesta organizativa y de actividades hacemos. Es decir, más que vocación hay algo del docente de hoy que es fundamental: la capacidad o el deseo de tornarse investigadores. Y no me refiero al investigador académico sino a gente que se pregunte por las propias torpezas o cuando algo no entiende. Yo cambiaría vocación por deseo y posición investigadora.

Interlocutores

-Sin embargo, en las escuelas más que docentes con deseo, uno encuentra maestros sin ánimo, cansados, que se sienten solos.

-La fatiga, la desolación, el desasosiego, la sobrecarga sobrevienen cuando vivimos la realidad como un "déficit", es decir esto que ocurre no debería ocurrir y yo me encapricho porque no debería ocurrir. Entonces cuando me conecto con algo que, según mis apreciaciones, no debería ocurrir, se me torna en fatiga, porque agoto todo lo que tengo y no pasa nada, se me torna resentimiento y soledad. Si en cambio me enfrento con una situación que no conozco y la concibo como un desafío para aprender nuevas formas de estar con los otros y nuevas formas de existencia, y la entiendo como una oportunidad para cambiar y crear condiciones más vitales de aprendizaje y -al mismo tiempo- armo un equipo de interlocutores; entonces la fatiga se convertirá en ese cansancio interesante, que uno siente cuando está haciendo algo que vuelve como experiencia.

-¿Quiénes son esos interlocutores: otros colegas o especialistas de los equipos psicopedagógicos que tanto solicitan las escuelas?

-Ahí hay un problema que es seguir creyendo que siempre hay alguien que sabe más y que me tiene que venir a resolver las cosas. Los interlocutores son aquellos que quieren pensar con uno y que tienen una afinidad sensible para compartir un problema. Interlocutor puede ser un chico, un maestro, un directivo, un padre, un psicólogo, pero no es aquel que tiene una función y al que yo le deposito un saber. Es interlocutor si hay una posibilidad de diálogo y de crecer juntos en el pensamiento de un problema, es aquel con el que podemos armar algo en común.

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domingo, 18 de mayo de 2008

La violencia, según la voz de los chicos


En un taller les pidieron a los docentes que no vayan sólo a dar clases, sino también a escucharlos. Viernes 16 de mayo de 2008

"Que no vengan sólo a dar clases sino que también nos escuchen. Que no generalicen cuando alguno genera problemas, porque esto nos lleva pelear entre nosotros. Que no nos peguen en casa." Más de un centenar de alumnos de distintas escuelas estatales porteñas pidieron ser escuchados e identificaron la incapacidad para dialogar como la principal causa de hechos de violencia dentro y fuera de los colegios.

En un taller compartido con docentes, reclamaron ser respetados por los adultos y señalaron la falta de confianza como un elemento negativo en su comportamiento.

Así, con testimonios e inquietudes, explicaron a los docentes que también a ellos les preocupa el recrudecimiento de los episodios de violencia, una realidad que parece reflejarse con mayor intensidad en los últimos meses.

El encuentro, cuyo título convocante fue "Para ganarle a la violencia", fue organizado por la Pastoral Secundaria del arzobispado porteño, que sigue directivas del cardenal Jorge Bergoglio, y se realizó en la Escuela Técnica N°4 República del Líbano, de Constitución. Además de los alumnos, participaron unos 50 profesores, directivos, psicólogos y psicopedagogos.

Aprender a convivir

A los padres, los adolescentes les piden que escuchen y compartan con ellos los buenos momentos, que los respeten y que confíen en ellos. Y que pongan límites, es decir, que sean lo que son: padres. "Que no nos peguen (pegando no se soluciona nada)" y que "no aconsejen la violencia como solución a los problemas", fueron otras sugerencias para "los viejos".

Para ellos mismos, en tanto, reflexionaron que lo mejor es "no hacer caso" a quienes los agreden y "hacerse respetar por los más grandes".

Durante el taller, que duró poco más de dos horas, los chicos y grandes intercambiaron experiencias y perspectivas a partir de sentencias generalizadas como la que repiten muchos adolescentes: "A mí nadie me pega". Los chicos aceptaron que piensan así y enriquecieron el concepto. "Yo pego primero", agregaron.

"Perdimos el tiempo porque ahora salen del colegio y se cagan a piñas igual que antes", se lamentó Pablo Serrano, de 16 años y alumno de 2° año, en diálogo con LA NACION, al término de la experiencia.

Su amigo, Carlos Allou, también de 16 años pero alumno de 3° año, le replicó: "No es tan así, porque vamos conociendo cómo podemos esquivar la violencia. Por lo menos ahora, si nos dicen que hay que pelear, vamos a intentar no hacerlo". Sólo entonces Pablo accedió: "Bueno, si el que viene a pelear es un amigo podemos intentar hablar".

Otro de sus compañeros, Darío Suárez, de tercer año, reflexionó: "Si me porto bien y otro me pega, ¿qué hago?". Le respondió Allou: "Saltamos todos por vos". Según advirtió, el clima de violencia es permanente, sobre todo cuando salen a bailar.

Como publicó recientemente LA NACION, para el ministro de Educación, Juan Carlos Tedesco, la raíz del problema no está en los colegios y tampoco en los chicos. El funcionario consideró que la responsabilidad es de los adultos y, principalmente, de los padres.

En la Escuela República del Líbano también fueron señalados los adultos, por los mismos adultos, como grandes responsables. Patricia Polidoro, regente del área de Cultura de esa escuela, afirmó que "muchas veces las actitudes violentas de los adolescentes son producto de una falta de contención y de cariño por parte de los adultos.

Mayor agresividad

Mario Schilman, psicólogo, estimó que creció "la agresividad de los chicos y también la de los padres y otros adultos".

De origen judío, Schilman participó de esta actividad propuesta por un grupo católico porque comparte el objetivo ("evitar que la violencia siga creciendo") y el método de trabajo. "Así podemos reflexionar puertas adentro de la escuela y armar una red con los padres y otros adultos", explicó.

El padre Lorenzo de Vedia, director de la Pastoral Secundaria y párroco de Santa Elisa, visita con frecuencia ese colegio de Constitución y también la escuela Reina de Suecia, del mismo barrio. Según contó a LA NACION, encuentra apertura en los docentes y directivos. "Están desbordados por la dificultad que hoy implica el acompañar a los adolescentes", contó. Y explicó que la Pastoral Secundaria busca instalar una presencia de fe y de la Iglesia en colegios estatales, donde comparten sus vivencias cotidianas muchas familias católicas.

Para ello, se proponen campamentos y actividades de apoyo escolar en colegios porteños. Convencido de que "se resquebrajó el pacto educativo entre docentes y padres", el sacerdote propone este tipo de talleres. Y explicó: "Buscamos que después de estar acá favorezcan la paz con acciones concretas como por ejemplo, campañas de solidaridad que abran la mente y el corazón a los chicos".

Por Silvina Premat De la Redacción de LA NACION
Una tendencia creciente

* El 27 de marzo último, en Villa Gesell, un alumno de 17 años asesinó de tres puñaladas a un compañero, en plena clase.

* Un alumno en La Plata sufrió fractura de clavícula tras el ataque de dos compañeros.

* Un alumno de primer año fue internado en Quilmes por golpes.n Un alumno de la Escuela N° 45 de Mar del Plata, de 17 años, amenazó a una profesora porque iba a ser expulsado.

* En Berazategui, una estudiante fue golpeada y amenazada.

* Dos madres de la Escuela N° de La Plata denunciaron haber sido robadas por un alumno.n "¿Dónde aprenden los chicos estas conductas y quién se las está enseñando? No es la escuela ni los maestros", dijo el ministro de Educación, Juan Carlos Tedesco.

* La Academia Nacional de Educación reclamó medidas preventivas y la reconstrucción de la "tradicional alianza entre la familia y la escuela".

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